martes, 24 de octubre de 2017

El Enojo del Sol

Autora: Suyín Isturiz

Hace mucho pero mucho mucho tiempo, el Sol estaba ¡furioso!, lanzaba llamas de un lado a otro, girando una y otra vez. Sus bolas de fuego lastimaban a todos los planetas a su alrededor, de hecho si te fijas bien, la Luna tiene unos hoyitos que le quedaron de aquella rabieta que tenía el Sol.

¿Pero por qué estaría tan furioso el Sol? Pues resulta que estaba cansado de ser el único que lanzase fuego, se sentía solito y no sabía cómo expresar su enojo.

   La Tierra cansada de aquella pataleta tan tremenda le dijo:

-      - Oye amigo no puedes solucionar tu enojo lastimando a los demás, ¡eso no es nada amable!

   El Sol, algo apenado por el llamado de atención de la Tierra, le contestó: -Es que estoy muy cansado de ser el único que tenga fuego dentro de sí, quisiera algo de compañía.

   Y la Tierra, pensando en la situación del Sol y queriendo ayudar, le hizo una propuesta: - Y si en vez de destruir con tu fuego, ¿creas algo nuevo?

-         -  Y…¿cómo?, preguntó el Sol
-          
      - Pues….hagamos algo – dijo la Tierra-, yo tengo un gran reptil volador que parece algo solitario, quizás le gustaría hacerte compañía, se llama Dragón, gánate su amistad y seguro te hará compañía.

   El Sol lo pensó un rato, y después de dar dos vueltecitas le dijo: - Pues ¡Venga el Dragón!

   Así, al llegar el Dragón el Sol, como señal de amistad, le regaló un rayito muy potente, tanto que ocupó  todo el cuerpo de aquel reptil volador y como su piel era tan gruesa, el rayo de quedó atrapado en su cuerpo, así cada vez que Dragón estaba contento lanzaba fuego de su garganta.

  Desde ese entonces, el Sol ya nunca se sintió solo, Dragón siempre lo acompañaba, y de vez en cuando volaba a la Tierra y llevaba compañía de otros reptiles alados, a los que el Sol tenía a bien obsequiarles un rayito de su poderosa luz. De esa manera Sol aprendió que cuando estaba enojado, la solución no era destruir, sino crear para sentirse mejor. Por eso algunas mamitas le dicen a sus niños que cuando estén enojados se sienten a colorear o que bailen con mucha energía, hasta que su enojo se transforme en arte y felicidad.

   Y si alguna vez al atardecer vez alguna mancha naranja en el cielo, seguro es una estela que dejó el Sol al obsequiarle un rayito de su luz a un buen amigo dragón.



   Y colorín colorado, este luminoso cuento se ha terminado, y el que no levante el dedito se ¡queda asoleado!

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