martes, 10 de octubre de 2017

Tino, el Rinoceronte

  Escrito por: Suyín Isturiz
  
  Hace mucho, mucho tiempo, en una selva lejana del África, se encontraba el primer rinoceronte del mundo, su nombre era Tino. Era un animal muy pesado, todo el día molestaba a los animales más pequeños y los hacía correr con sus ágiles patas y los espantaba con sus dos poderosos cuernos. Cuando Rino llegaba al estanque a beber agua, los demás animalitos corrían para evitar las pesadas bromas de Tino, él se burlaba de la debilidad de los más pequeños sólo porque él tenía más fuerza. En el fondo, Tino se sentía solo, y mientras más molestaba a los animales, más sólo se quedaba, pues todos huían de él.

 Cuando llegó la sequía a la selva, los árboles se secaron, el sol era muy intenso y entonces, ¡comenzaron los incendios!.

     Era una tarde calurosa cuando Tino percibió el humo que venía de la parte más lejana de la selva, comenzó a correr tan rápido como le daban sus cuatro patas, pero de pronto escuchó a los animalitos que se quedaban detrás, atrapados en el fuego de la selva y sintió deseos de ayudarlos, pues se sentía culpable por haberlos molestado tantas veces, después de todo eran sus compañeros de selva.

     Cuando Tino caminaba entre el fuego para rescatar a los animales, se dio cuenta de que sus pisadas apagaban el fuego, y comenzó a caminar en todas direcciones para extinguir el incendio, y al acercarse a un árbol vio a tres cachorros de león en una rama que estaba a punto de partirse. Tino alcanzó a los cachorros y ellos rápidamente se treparon sobre el rinoceronte y se quedaron aferrados a uno de sus cachos. 

    Al llegar a un lugar seguro, los cachorros se reunieron con su mamá, que estaba tremendamente agradecida con Tino. Al observarlo, la leona exclamó con sorpresa: “¡Oh Tino! Tu cacho…está partido”. Ocurrió que mientras Tino corría con los tres cachorros, el peso de los animalitos hizo que uno de los cachitos de Tino se fracturase en la punta,  así que el rinoceronte se entristeció mucho, pues se sentía muy orgulloso de esos adornos en su cabeza, que le daban apariencia de poder y elegancia. 

     En honor al valor del rinoceronte que extinguió el fuego y salvó tantas vidas, las aves comenzaron a limar, con sus afilados picos, el cachito partido de Tino, hasta dejarlo puntiagudo, más pequeño que el otro cacho pero perfectamente afilado, lo cual dejo a Tino muy contento con su nueva apariencia.

     Debido a lo sucedido aquella tarde, se designó desde entonces al rinoceronte como el “Bombero de la Naturaleza”, siempre dispuesto a apagar los incendios; y hoy en día, la forma de los cachitos del rinoceronte (una alto y otro bajito), nos recuerda que cuando nos apoyamos los unos a los otros, siempre podremos solucionar hasta las situaciones más difíciles.

     Y colorín colorado este cuento se ha terminado y al que no levante el dedito  ¡Tino con su cachito lo habrá pinchado!

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