miércoles, 27 de diciembre de 2017

El Perro , la Araña y la Luna


Autora: Suyin Isturiz

    Hace mucho tiempo, en un jardín de una pequeña y hermosa casita ubicada en el llano venezolano, se encontraban los protagonistas de esta historia. Un perro llamado Bolfo, que era muy gruñón, siempre solo y de mal humor, ocupado en enterrar sus huesos, sin compartir ni enterarse de lo que sucedía a su alrededor, ya no era tan joven y el peso de la soledad lo hacía caminar lento y de peor humor que nunca, pues el tiempo se le iba despacito y sentirse sin amigos lo iba afectando de a poco.

    En otro rincón del patio, entre un mullido matorral de piñas, al fondo y alejada de la luz del sol, estaba doña Griselda, la arañita tejedora, que no cesaba de tejer ni de día, ni de noche, solo tejía y tejía para olvidar su soledad, nadie se acercaba a aquel lugar donde se podían quedar enredados entre semejante telaraña tan inmensa, así que cada vez veía a menos compañeros de jardín, y entonces tejía con más frenesí para no recordar su pena.

    Una noche de luna decembrina, en la más grandota y brillante luna de todo el año, un rayito de esa luna se metió por un hoyito de la casita, ya vieja, de Bolfo e interrumpió su gruñón sueño, y lo obligó a salir refunfuñando a ver de dónde provenía tan magnifica luz. Por otra parte otro rayito de luz penetró en la maraña de doña Griselda, la araña, quien se encontraba tejiendo sin cesar, no resistió alejarse de su lugar para observar aquella fuerte luz.

    Mientras Bolfo caminaba, ya sin refunfuñar, encantado por esa superluna pasó muy cerquita del matorral de doña Griselda, quien a su vez maravillada caminando de hoja en hoja, nunca supo cuando terminó en el lomo de aquel gruñón perro, y cuando ambos se dieron cuenta de que estaban juntos, ya estaban demasiado embelesados con aquel espectáculo. Esa noche ambos sintieron lo que era compartir la belleza de un momento y agradecieron en silencio la compañía.

    Doña Griselda regresó feliz a su telaraña y Bolfo ya no sentía ganas de gruñir sino más bien de sonreír. Al amanecer doña Griselda ya no tejía, sino que caminó a la salida del matorral a saludar a sus vecinos, que extrañados le contestaban el saludo con mucha alegría de verla nuevamente y mientras tanto, Bolfo ese día no persiguió a los demás animales del patio, sólo los dejó hacer lo que querían, ni siquiera correteó a los pajaritos, quienes felices se bañaron en los charcos de agua tan contentos como asombrados.

    Al caer la noche y percibir el rayo de luna, Bolfo pasó como sin darse cuenta por la casita de doña Griselda, quien con carita de distraída, lo esperaba para ir a contemplar la luna. Pero esa noche sucedió algo increíble, la luna estaba todavía más grandota, y tan cercana al patio de aquella casita, que a un brinco de Bolfo ¡estaban montados en la luna!. No lo podían creer, Bolfo brincaba de un lado a otro y abrió uno que otro hoyito en esa blanca superficie, con la esperanza de encontrar un hueso lunar y doña Griselda tejía de alegría para sentir la sensación de aquella blanca luna sobre sus patitas.
    
    Esa noche fue mágica, compartieron ambos esos felices momentos en absoluta complicidad y lo siguieron haciendo hasta muchos años después, para ese entonces, el patio era un lugar feliz, sin gruñidos ni soledades y sin que nadie se enterara nunca de un gran secreto que sólo te contaré a ti: cuando doña Griselda y Bolfo desaparecieron de aquel inmenso patio y todos pensaron que ya habían partido juntos de este mundo, lo que en realidad ocurrió fue que se mudaron a la luna, ¡Sí!, en una noche de diciembre se fueron para siempre a la luna, donde el tiempo no existía y cada noche era maravillosa, y si quieres comprobar que es verdad lo que te digo, cuando veas a la luna, fíjate en los hoyos que tiene, esos los excavó Bolfo en búsqueda de los huesos lunares y ¿qué hizo doña Griselda? Pues tejió sin parar en la mitad de la superficie lunar, tanto así que cubrió la mitad de la luna y por eso ahora vemos un lado oscuro y es que está cubierto por la telaraña de esta pequeña y trabajadora arañita.

    Dicen que en las noches de superluna aún se puede ver a estos dos compañeros a lo lejos en la luna, corriendo y tejiendo, haciendo cada uno su labor favorita.
   
   Y colorín colorado este cuento se ha terminado y quien no levante el dedito, ¡en la telaraña de doña Griselda se quedará pegado!


viernes, 24 de noviembre de 2017

La Naranja que no Quería Caer

  En una zona llanera del territorio venezolano, en un frondoso árbol de naranjo, unida por una ramita, una preciosa y jugosa naranjita, fue creciendo poco a poco con la lluvia y el sol, y aunque en sus principios fue verde, al pasar del tiempo se tornó de un color amarillo verdoso, como lo hacen las naranjas venezolanas, y por su tamaño ya se sentía muy pesada.

  Cuando soplaba el viento sentía mucho miedo, pues había visto a sus hermanas naranjas caer y no había vuelto a saber de ellas, así que temía por su futuro. El árbol de naranjo la invitaba a desprenderse y seguir su camino, pero naranjita se ponía "naranja" de sólo pensarlo.

  Al pasar de las semanas, naranja se comenzó a sentir muy sola, sus hermanas ya habían caído y además percibía que su corteza comenzaba a endurecerse y a ponerse reseca. Fue inevitable que al posarse un turpial sobre naranjita, se hiciese realidad su mayor temor, de un picotazo del ave, naranjita cayó al vacío. Sólo escuchó un grito al caer: - ¡Buena suerteeeeeeeeeeee!, le dijo el árbol de naranjo a su naranjita temerosa.

  El tiempo de la caída se hizo eterno. Cuando por fin llegó al suelo, el golpe no fue tan duro como imaginaba, una capa de hierba y hojas secas recibieron a naranjita, quien respiró aliviada. Pasado el primer susto, ella se dio cuenta de que no estaba sola, la vida alrededor de las raíces del naranjo era muy diversa; habían insectos, aves, reptiles y algunos retoñitos que se le hacían familiares, pero aún estaban muy pequeños y no sabían hablar.

  Cuando pasaron los días, naranjita sentía que su cuerpo estaba cambiando de nuevo, sentía cosquillitas en su pancita, tantas que no podía ni dormir; hasta que una mañana sintió terror y desolación , ocurrió una tragedia, -¡Me estoy muriendo!- gritó naranjita,-no debí caer nunca de mi árbol, se lamentaba con pena mientras lloraba.

Y así pasaron unos días más, hasta que sólo quedó el corazoncito de naranjita, triste por su suerte. Y así llegaron las lluvias, ella se preguntaba -Para qué seguir viviendo así, ¡sin color ni aromas que brindar!

  Hasta una mañana en que naranjita sintió de nuevo cosquillitas -¿Y ahora qué?, se preguntaba la pobre. -¿Que otra tragedia puede ocurrirme ya?. Cuando comenzó a sentir que de a poco estaba creciendo, su cuerpo se estiraba, pero ¿Cuál cuerpo? si ya no le quedaba...Sentía que podía ¿Estirar los brazos? ¿Qué ocurría?.
Hasta que de pronto escuchó gritos de alegría, todos la observaban contentos, al percibir su bueva apariencia, naranjita se dió cuenta de que tenía la misma forma de aquellos retoñitos que vió al llegar ¡Se estaba convirtiendo en un hermoso retoño de naranjo!

  Naranjita estaba feliz, cada día al llegar el Sol se sentía más y más grande, orgullosa de pensar que algún día daría vida a otras naranjas igual a como había sido ella, reflexionó acerca de lo hermoso del ciclo de la vida, donde todo siempre cambia y nunca existe el fin, sino que todo siempre comienza.

  Así que recuerda que tu eres como una pequeña naranita, que nunca tendrás un fin, sino un eterno comienzo y...¡Colorín Colorado este cuento se ha terminado y quien no levante el dedito del árbol de naranjo se quedará pegado!

 Con Amor para Diego Alejandro...

martes, 24 de octubre de 2017

El Enojo del Sol

Autora: Suyín Isturiz

Hace mucho pero mucho mucho tiempo, el Sol estaba ¡furioso!, lanzaba llamas de un lado a otro, girando una y otra vez. Sus bolas de fuego lastimaban a todos los planetas a su alrededor, de hecho si te fijas bien, la Luna tiene unos hoyitos que le quedaron de aquella rabieta que tenía el Sol.

¿Pero por qué estaría tan furioso el Sol? Pues resulta que estaba cansado de ser el único que lanzase fuego, se sentía solito y no sabía cómo expresar su enojo.

   La Tierra cansada de aquella pataleta tan tremenda le dijo:

-      - Oye amigo no puedes solucionar tu enojo lastimando a los demás, ¡eso no es nada amable!

   El Sol, algo apenado por el llamado de atención de la Tierra, le contestó: -Es que estoy muy cansado de ser el único que tenga fuego dentro de sí, quisiera algo de compañía.

   Y la Tierra, pensando en la situación del Sol y queriendo ayudar, le hizo una propuesta: - Y si en vez de destruir con tu fuego, ¿creas algo nuevo?

-         -  Y…¿cómo?, preguntó el Sol
-          
      - Pues….hagamos algo – dijo la Tierra-, yo tengo un gran reptil volador que parece algo solitario, quizás le gustaría hacerte compañía, se llama Dragón, gánate su amistad y seguro te hará compañía.

   El Sol lo pensó un rato, y después de dar dos vueltecitas le dijo: - Pues ¡Venga el Dragón!

   Así, al llegar el Dragón el Sol, como señal de amistad, le regaló un rayito muy potente, tanto que ocupó  todo el cuerpo de aquel reptil volador y como su piel era tan gruesa, el rayo de quedó atrapado en su cuerpo, así cada vez que Dragón estaba contento lanzaba fuego de su garganta.

  Desde ese entonces, el Sol ya nunca se sintió solo, Dragón siempre lo acompañaba, y de vez en cuando volaba a la Tierra y llevaba compañía de otros reptiles alados, a los que el Sol tenía a bien obsequiarles un rayito de su poderosa luz. De esa manera Sol aprendió que cuando estaba enojado, la solución no era destruir, sino crear para sentirse mejor. Por eso algunas mamitas le dicen a sus niños que cuando estén enojados se sienten a colorear o que bailen con mucha energía, hasta que su enojo se transforme en arte y felicidad.

   Y si alguna vez al atardecer vez alguna mancha naranja en el cielo, seguro es una estela que dejó el Sol al obsequiarle un rayito de su luz a un buen amigo dragón.



   Y colorín colorado, este luminoso cuento se ha terminado, y el que no levante el dedito se ¡queda asoleado!

martes, 10 de octubre de 2017

Tino, el Rinoceronte

  Escrito por: Suyín Isturiz
  
  Hace mucho, mucho tiempo, en una selva lejana del África, se encontraba el primer rinoceronte del mundo, su nombre era Tino. Era un animal muy pesado, todo el día molestaba a los animales más pequeños y los hacía correr con sus ágiles patas y los espantaba con sus dos poderosos cuernos. Cuando Rino llegaba al estanque a beber agua, los demás animalitos corrían para evitar las pesadas bromas de Tino, él se burlaba de la debilidad de los más pequeños sólo porque él tenía más fuerza. En el fondo, Tino se sentía solo, y mientras más molestaba a los animales, más sólo se quedaba, pues todos huían de él.

 Cuando llegó la sequía a la selva, los árboles se secaron, el sol era muy intenso y entonces, ¡comenzaron los incendios!.

     Era una tarde calurosa cuando Tino percibió el humo que venía de la parte más lejana de la selva, comenzó a correr tan rápido como le daban sus cuatro patas, pero de pronto escuchó a los animalitos que se quedaban detrás, atrapados en el fuego de la selva y sintió deseos de ayudarlos, pues se sentía culpable por haberlos molestado tantas veces, después de todo eran sus compañeros de selva.

     Cuando Tino caminaba entre el fuego para rescatar a los animales, se dio cuenta de que sus pisadas apagaban el fuego, y comenzó a caminar en todas direcciones para extinguir el incendio, y al acercarse a un árbol vio a tres cachorros de león en una rama que estaba a punto de partirse. Tino alcanzó a los cachorros y ellos rápidamente se treparon sobre el rinoceronte y se quedaron aferrados a uno de sus cachos. 

    Al llegar a un lugar seguro, los cachorros se reunieron con su mamá, que estaba tremendamente agradecida con Tino. Al observarlo, la leona exclamó con sorpresa: “¡Oh Tino! Tu cacho…está partido”. Ocurrió que mientras Tino corría con los tres cachorros, el peso de los animalitos hizo que uno de los cachitos de Tino se fracturase en la punta,  así que el rinoceronte se entristeció mucho, pues se sentía muy orgulloso de esos adornos en su cabeza, que le daban apariencia de poder y elegancia. 

     En honor al valor del rinoceronte que extinguió el fuego y salvó tantas vidas, las aves comenzaron a limar, con sus afilados picos, el cachito partido de Tino, hasta dejarlo puntiagudo, más pequeño que el otro cacho pero perfectamente afilado, lo cual dejo a Tino muy contento con su nueva apariencia.

     Debido a lo sucedido aquella tarde, se designó desde entonces al rinoceronte como el “Bombero de la Naturaleza”, siempre dispuesto a apagar los incendios; y hoy en día, la forma de los cachitos del rinoceronte (una alto y otro bajito), nos recuerda que cuando nos apoyamos los unos a los otros, siempre podremos solucionar hasta las situaciones más difíciles.

     Y colorín colorado este cuento se ha terminado y al que no levante el dedito  ¡Tino con su cachito lo habrá pinchado!

viernes, 6 de octubre de 2017

Acuarela


Un Regalo porque Venezuela en una Acuarela
(Con Amor para nuestra querida Génesis Moncada)



En los mapas del cielo El sol siempre es amarillo Y la lluvia o las nubes No pueden velar tanto brillo Ni los arboles nunca Podran ocultar el camino De su luz hasta bosque Profundo de nuestro destino Esa hierba tan verde Se ve como un manto lejano Que no puede escapar Que se puede alcanzar solo con volar Siete mares, he surcado Siete mares, color azul Yo soy nave, voy navegando Y mi vela eres tu Bajo el agua veo peces de colores Van donde quieren no los mandas tu Por el cielo va cruzando Por el cielo color azul Un avion que vuela alto 10 mil metros de altitud Desde tierra lo saludan con la mano se va alejando no se donde va no se donde va Sobre un tramo de via cruzando un pasaje de ensueño En un tren que me lleva De nuevo a ser muy pequeño De una america a otra Tan solo es cuestion de un segundo Basta con desearlo Y podras recorrer todo el mundo Un muchacho que trepa Que trepa en lo alto de un muro Si siente seguro vera su futuro Con claridad Y el futuro es una nave Que con el tiempo volara A saturno despues de marte Nadie sabe donde llegara Si le ves venir, si te trae amores No te los robres sin apurar Aprovecha los mejores Que despues no volveran La esperanza, jamas se pierde Los malos tiempos pasaran Piensa que el futuro, Es una ACUARELA Y tu vida un lienzo que colorear Que colorear, Que colorear En los mapas del cielo El sol siempre es amrillo Y la lluvia o las nubes No pueden velar tanto brillo Basta con desearlo Y podras recorrer todo el mundo siete mares he surcado siete mares


viernes, 29 de septiembre de 2017

Monito, Tigre y sus Zapatos

Escrito por: Suyín Isturiz

   Hace mucho, mucho tiempo en una gran selva Orinoquia, se encontraron
un monito y un tigre, el monito sentía simpatía por los grandes saltos que daba el tigre y el tigre se asombraba cuando veía al monito brincar entre los árboles.

    Al principio el monito no bajaba de los árboles para hablar con el tigre, le daba un poco de miedo por aquellos ¡grandes colmillos!, solo hablaban
desde lejos, contando sus aventuras y  haciendo morisquetas, el mono brincaba de un árbol a otro de alegría y el tigre daba grandes saltos entre carcajadas.

    Un día el monito pensó que era momento de bajar del árbol a jugar con su amigo Tigre, y lo esperó sentado al pie del árbol, como siempre. Cuando el tigre llegó sintió sorpresa y alegría de ver al monito bajo el árbol y se acercó con cautela para no asustar a su amigo mono. Cuando de pronto percibió el tentador olor de los pies del amigo monito y sintió unas ganas terribles de darles pequeños mordisquitos en los dedos de los pies, y de repentinamente las mejillas del tigre se enrojecieron de la pena y se fue a grandes pasos a esconderse entre la selva.

    El monito quedó sorprendido, no comprendía lo que había sucedido. ¿Por qué se ocultaría su amigo?

    Así pasaron varios días y el tigre no regresó. Monito estaba muy triste y aburrido, y al fin decidió ir en búsqueda de su amigo. Al rato de caminar entre la selva, monito vio a tigre, ¡sintió tanta alegría!, pero cuando tigre lo observó le dijo: “Amigo, por favor no te acerques, ¡No quiero lastimarte!”, monito confundido dio dos pasitos hacia atrás y temeroso preguntó: “Amigo tigre,¿por qué me dices eso?” . Tigre tapándose la carita con sus patas le contestó: “Es que los tigres no podemos resistirnos a los rosados deditos de los pies, tenemos una necesidad terrible de darles mordisquitos y tus pies son muy muy rosaditos y tienes 5 deditos en cada pie, que al juntarlos suman 10, ¡eso es terriblemente delicioso! , corre de mí aléjate”- se lamentaba tigre.

     Monito se fue saltando, entre asustado y triste por lo ocurrido. Y mientras saltaba pensaba: “¡Si tan solo no tuviese deditos, si al menos no se viesen…que pena!”, y de pronto al sentarse en la rama de un árbol, las hojas del árbol taparon sus patitas rosaditas y ¡zaz!…¡monito encontró la solución!. Se hizo unos zapatitos con las hojas del árbol, así su amigo tigre podría jugar con él sin problema alguno de ver sus pies.

    A la mañana siguiente mono buscó a tigre y le mostró sus pies, o mejor dicho sus zapatos, tigre dio saltos, grandes saltos de alegría. Al fin podía brincar y saltar todo el tiempo sin temor de morder los deditos de los pies de monito. Desde ese entonces madre naturaleza hizo que los monitos tuviesen pelitos en sus patitas y además se las pintó de color marrón, para imitar unos zapatitos y así los tigres y los monos podrían jugar juntos por siempre.
Por eso, los niños, al igual que los monitos deben usar zapatitos, así los tigritos no sentirán un deseo irresistible de morder esos suaves y brillantes deditos.



     ¡Y colorín, colorado, este cuento se ha terminado, y como uso zapatitos, mis deditos el tigre no ha encontrado! 

Con amor para Sheccid y Sharlotte

jueves, 28 de septiembre de 2017

Luna y la Estrella de Mar

   En un principio el cielo durante la noche era muy oscuro, solo estaba la luna y se sentía muy solitaria, sin más compañía que las frías nubes que iban y venían. Cuando se sentía demasiado sola cantaba una triste canción que decía:

Estoy muy sola
sin compañía,
yo quiero amigos
los amaría.
Pido sonrisas
Que compartir
y muchos amigos para reir…
la la la la la,
lalalala

   Y así pasaba una y otra noche.  Mientras tanto, en el fondo de un anchuroso mar, una estrella marina escuchaba la melancólica canción, y sentía ternura por esa hermosa luna que pedía compañía. 

   Así , la luna cantaba noche tras noche su suavey triste melodía,  y la estrellita suspiraba pensando en cómo llegar allá tan lejos. Una noche, una enorme y poderosa tormenta abatió el mar, las aguas se revolvían con tal fuerza que casi llegaban al cielo; y justo esa noche la estrellita de mar encontró su oportunidad. Se montó en lo más alto de la cresta y plum! Saltó hasta el cielo.

   Una vez en el aire ¡vio a la luna!. Era más blanca de cerca y tenía una hermosa sonrisa y una luz especial. La estrellita se quedó junto a la luna, prendada del cielo por la fuerza de la hermosa canción, que ahora decía:

Soy muy feliz
tengo un amigo
podemos hablar
y juega conmigo
Ahora sonrío
al compartir
con un amigo soy muy feliz


   Y así, al pasar del tiempo, otras estrellitas de mar se unieron a aquellos amigos, en una aventura que les iluminó la vida a ellos y a quienes podemos ver las estrellas desde la Tierra. Y te cuento que cuando veas una estrella fugaz, no te sientas triste porque hay una estrella menos en el cielo, ¡no! seguramente en una estrellita  que vuelve a su casa en el mar para visitar sus otras amigas, para iniciar de nuevo otra aventura.

   Recuerda si al mirar el cielo quieres saber cuál fue la primera estrella amiga de la luna, solo tendrás que fijarte muy bien en la estrella que está más cerquita, que al igual que entonces sigue admirando a la luna y a su feliz canción.


¡Y colorín colorado, este cuento se ha terminado y si a la luna levantas tu dedito, se quedará iluminado!.

jueves, 21 de septiembre de 2017

La Luna de Queso

La gente suele decir  que la Luna es de queso,
se lo dije a mi mamita y dijo ¿quién dijo eso?
Yo he viajado a la Luna- me decía mi mamita- ,
y no está hecha de queso, sino de muchas caricias.
Las manos de las mamitas están llenas de algodón
para acariciar a sus hijos y proliferar amor.
Al elevar esas manos al cielo con gran bondad,
alcanzamos a la Luna de tanta felicidad
y dejamos así en ella las motitas de algodón,
y ella contenta comenta: ¡Bendito sea el amor!

Escrito por: Suyín Isturiz(2017)

martes, 19 de septiembre de 2017

Teo Teo el Cocodrilo


   Al principio de los tiempos los cocodrilos del mundo eran de color Naranja, su llamativo color se debía a que en ese entonces se alimentaban de frutos como la lechoza, moras, guayabas, mangos y de cuando en cuando algunos tomates, y así eran reptiles de ese hermoso color Naranja.

   Un día cuando Teo Teo caminaba entre la llanura venezolana encontró un ancho y caudaloso río Azul como el cielo, y al observarlo con calma pudo distinguir a unas criaturitas plateadas que salían a saltitos y volvían a entrar al agua, brillando a la luz intensa del Amarillo Sol;  Plof! Plof!  sonaban esos animalitos acuáticos, fue así como Teo Teo descubrió a los peces. Luego de observarlos, su instinto le hizo preguntarse:

  - Uhm….¿A qué sabrán esos animalitos?

   Y así, decidió sumergirse en el río. Cuando se dispuso a cazar a los peces, se percató de que cada vez que se acercaba a los peces, estos salían nadando en dirección contraria, alertados siempre por el vistoso color Naranja de Teo Teo.

  Ya frustrado, pensó en una estrategia: “Me esconderé entre las plantas acuáticas para que no me vean y así, cuando estén desprevenidos, ¡Ñum!, me los como”. Y así fue, cuando Teo Teo se escondió entre la maleza y cuando los peces se acercaron, ¡Zas!, probó ese delicioso bocado.
   Y así fue como con el pasar del tiempo, por permanecer entre el monte y la maleza, Teo Teo se transformó en un cocodrilo de color Verde, y así fue como a partir de su descendencia todos los cocodrilos del mundo son de ese color, así que cuando veas un cocodrilo Verde, recuerda que seguramente es descendiente de nuestro amigo Teo Teo.

   Y colorín colorado este cuento se ha terminado, y el que no levante el dedito…se queda Anaranjado…

Autora: Suyín Isturiz

¿De qué están hechas las nubes?

    U na noche mientras me iba a dormir, mamá entró a darme las buenas noches, como siempre, sabía que vendría a contarme una historia...

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