
El planeta Tierra era aún muy joven, y tenía una compañera
algo revoltosa, llamada Luna, era juguetona, traviesa y muy inquieta y hacía
que al Sol le salieran rayitos de colores, de tanto hacerlo rabiar. Tierra y
Luna parecía hermanas, eran del mismo tamaño, solo las diferenciaba el color,
Luna con su blanco brillante y Tierra con sus hermosos tonos de marrón y azul celeste.
- - ¡Vamos a jugar amiga Tierra! – decía la Luna
-
- Está bien- contestaba Tierra – pero tranquilitas
sin hacer mucho desorden, no sea que el señor Sol se moleste.
Pero esa promesa duraba poco, la Luna daba vueltas veloces
por todos lados, como loca, rodaba por aquí y por allá sin parar, alborotando a
los habitantes de la Tierra con tanto grito y relajo, en fin, todo un caos.
Un día, en una galaxia cercana, hubo una reunión de todas las
estrellas regentes, tal como lo era el señor Sol, y a este no le quedó más que
atender a tan importante compromiso, dejando solo por unas horas al sistema
solar.
Ese día Luna y Tierra fueron más felices que nunca,
saltaron, brincaron y corrieron sin pensar en el después, causaron un desorden
tal que fue imposible ocultar los daños…así que cuando llegó el Sol regente, se
armó un gran lío.
- - ¡Luna, terriblemente tremenda has estado en mi
ausencia! – exclamó el Sol – pero…¿qué te has hecho? Pareces más pequeña que de
costumbre…
-
- No lo sé – dijo la Luna llorando de a ratos –
solo fui tan feliz por un rato, rodando de un lado a otro sobre Tierra, y perdí
la noción del tiempo y los daños y creo que algo me sucedió porque siento que
me desgasteeeeeeeé…. buuuuuuuuh! – lloraba inconsolable la pequeña Luna.
Todos los
planetas lamentaban la suerte de la pobre Luna, que se había reducido a mucho
más de la mitad, y no salían de su asombro cuando escucharon la voz de Tierra
que decía:
-
- Pues creo que algo me ha sucedido a mí también,
siento muchas piedritas sobre mi superficie, algunos chichones sobre mis
hombros, las aguas se han regado por todas partes y creo que algo se quebró en
cinco partes en mi superficie.
- Ooooooooooooooooooooooooh!!! No puede ser –
exclamaban una y otra vez los planetas, mientras giraban a ver a la pobre Tierra.
-
- ¡Calma, calma todos! – aclamaba el señor Sol-
haremos unos ajustes y solucionaremos todo.
El señor Sol era realmente sabio,
había visto el Universo reformarse una y otra vez, así que pensaba que no era
mal de morir aquella tremendura entre amigas. Y así fue como el Sol comenzó a
colocar cada cosa en su lugar.
Primero, la Luna que era ahora tan
pequeña, no podía andar rodando por todos lados, porque alguien la podía tropezar
y lastimar. Así que el Sol la puso cerquita de la Tierra, para que con su fuerza
de gravedad la tuviese siempre cerca y fue así como la Luna comenzó a girar
alrededor de su amiga.
La Tierra, que sufrió varios
cambios quedó así: los pedacitos de Luna que quedaron dispersos en el suelo, se amarraron a las nubes con cristales transparentes de sábila, y así nacieron las estrellas, que son iluminadas todas las noches por el Sol y nos regalan su
luz; los chichones se convirtieron en las montañas más grandes de la Tierra,
como el Monte Everest y Fuji, sin contar el Cerro Ávila, el Pico Simón Bolívar
y Auyantepuy; las aguas que quedaron regadas, las llamaron mares y océanos y
fueron habitados por los pequeños animales que en aquel desorden se quedaron sin
hogar….ah! y se me olvidaba, las superficies que se partieron durante el juego,
se llamaron continentes y así nacieron América, Asia, Europa, Oceanía y África.
La lección por desobedecer fue
aprendida, así que desde entonces Luna y Tierra estuvieron siempre unidas, sin
tanto desorden. De hecho, dicen que cuando Luna se acerca demasiado, sin ser
cuidadosa, Tierra sufre unas mareas terribles y eso les recuerda a ambas lo
importante de respetar los límites impuestos por el Gran Señor Sol.
Y colorín colorado, este cuento se
ha terminado y el que no levante el dedito ¡se quedará estrellado!
No hay comentarios:
Publicar un comentario