En un lugar apartado de la Amazonía Legendaria, en los
tiempos en los que TeoTeo el Cocodrilo aún no cambiaba a color verde, habitaba
la selva la gallina Fina y su esposo Germán, conformaban la familia Gallardo.
Eran unos esposos muy respetables y tradicionalistas, Fina cuidaba a sus
pollitos con mucho amor y Germán orgulloso se ocupaba de enseñar a sus pollitos
el camino que la naturaleza les tenía señalado, mantener bajo control los
gusanitos y otros insectos y escoger los granos más tiernos y deliciosos. La
vida de la familia Gallardo era muy rutinaria, “huevos, pollitos, gallinas y
gallitos” era el lema de la familia.
Como era bien sabido, la familia Gallardo sentía mucha
admiración y gratitud por el Gran Sol, pues este ayudaba a calentar a sus
pollitos en la mañana y les daba ese tierno color amarillito que tienen los
pollitos al nacer, por eso Germán cantaba todas las mañanas para recibir la Sol
con alegría y avisar a los demás animales de la la Tierra que un nuevo día
comenzaba.
Un día mientras el Sol daba la vuelta a la Tierra, observó
con detalle a los pequeños pollitos de la familia Gallardo y decidió que, por
su gran devoción hacia él, les haría un obsequio muy especial. A la mañana
siguiente una llovizna suave cubrió la Amazonía durante casi todo el día y
cuando el Sol estiró sus rayitos con mucha fuerza surgió una luz muy especial,
apareció el primer arcoiris de la historia del mundo. Todos observaron el fenómeno con
extrañeza y por supuesto Doña Fina no fue la excepción; le dio tal curiosidad
semejante juego de colores que fue caminando despacito hacia el arcoíris, hasta
que atravesó su luz, se le puso la “piel de gallina”, algo se estremeció en
ella y supo en su corazón que algo había sucedido, sin embargo, se fue
calladita a su nido para descansar.
Doña Fina ponía sus huevos en la mañana, generalmente ponía
cuatro o cinco huevitos, pero aquella mañana fue sólo uno, un único huevo…La
gallina lo asoció con la sorpresa observada en el cielo el día anterior, imaginó que
aquello tendría algo que ver, así que le comentó al gallo Germán lo sucedido y
éste le dijo:
- Querida Fina, tranquila, solo es un huevo, quizás
estabas muy cansada, nada nuevo tendría que pasar, siempre serán nuestros
pollitos amarillitos como el color del sol naciente. Recuerda querida: “huevos,
pollitos, gallinas y gallitos”
Y así fue, aparentemente…Durante los días siguientes Fina
atendió su nido con el mismo amor de siempre, dándole calor al huevo para
transmitirle vida a su polluelo, como era natural y así llegó el día del
nacimiento del pollito. Al despertar, Fina observó la cáscara que comenzaba a
romperse, primero pensó que estaba viendo mal, había algo extraño, pero cuando
Fina abrió muy bien sus ojos y comenzó a cacarear como loca:
- ¡Germán,
ven pronto! Algo le sucede a nuestro pollito…corre Germán, corre…
Germán, que daba una clase a sus jóvenes pollitos acerca de
cómo escoger los granos de maíz más amarillos, salió casi volando al nido y
cuando vio a su pollito recién nacido y abrió el pico cuán grande pudo…Pues sí
señor, ese pollito era diferente, distinto a los demás pollitos nacidos hasta
ahora, no era amarillito como las primeras luces del sol, no señor, tenía una
mezcla de colores en sus plumas, unos colores nunca vistos en un polluelo. Fina
se calló patas arriba ante tal sorpresa, y cuando se recuperó de la sorpresa, conversó con Germán a solas:
-
Germán, no estoy segura, pero creo que el color
diferente de nuestro pollito tiene que ver con esas luces del cielo.
-
¿Tú crees? - interrogó German a Fina- Mañana a
primera hora, al dar la bienvenida al Gran Sol, le preguntaré, el que es tan
grande y todo lo ve, pues no hay nada oculto bajo la luz del Sol, seguro ha de
saber.
Y así fue, al salir el Sol la siguiente mañana, Germán le
dio la bienvenida con su alegre ¡Kikirikí! Y el Sol sonriente recibió su
saludo, pero antes de que el Sol siguiese subiendo, Germán le preguntó: -
- Disculpe Ud. amigo Sol, algo extraño sucedió ayer con uno
de mis pollitos y quería preguntarle, al que nada se le oculta, si sabría
algo acerca de ello.
- Querido Germán, - le dijo el Sol- durante muchos años he
dado calor y color a tus pollitos y a cambio he recibido gratitud y tu hermoso
canto de bienvenida todas las mañanas, así que he decidido hacerte un obsequio,
a ti y a la amorosa Fina, pero ten en cuenta que las cosas no siempre son
iguales, pueden cambiar, ser diferentes y aun así ser buenas. Estás tan
acostumbrado a tus pollitos que siempre todo es igual, pero esta vez te
sorprenderás…- y no dijo más el Gran Sol.
Así que Germán y Fina decidieron criar a su pollito con el
mismo amor y dedicación que a los demás. Este pollito era muy diferente, sus colores
se hacían cada día más intensos y exóticos, la elegancia de esta ave no se
podía ocultar y a pesar de que los demás integrantes de la familia criticaban a
este nuevo pollito llamado Polito, Fina y Germán se dejaron llevar por su
corazón, aceptando las diferencias de Polito y divirtiéndose cada día con sus
novedades y formas distintas de ver el mundo.

Esa mañana la familia Gallardo se sintió muy orgullosa de
este obsequio tan especial, no solo por honrarlos al ser parte de la familia de
un ave tan majestuosa y particular, sino por haber aprendido la lección de
aceptar a quienes son diferentes y amarlos con la única herramienta válida para
amar: el corazón. Y así, después de Polito, las aves fueron evolucionando con
colores más vivaces y originales, pero manteniendo la misma sencillez del
corazón.
Y Colorín Colorado este cuento se ha terminado y el que no
levante el dedito amarillo se habrá quedado…
Excelente que se escriba para los niños, hoy más que nunca lo necesitan.Somos sus "magos de las letras".Saludos desde Puerto La Cruz
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